domingo, 29 de mayo de 2016

 compañeros de armas

 
Una vez más, Nicolás Maduro y el Alto Mando Militar han contribuido a poner en tela de juicio la credibilidad de los venezolanos en la institución armada. Los recientes ejercicios militares, “Independencia II 2016”, han generado en la opinión pública toda clase de comentarios negativos y hasta de burla por la manera como fueron ordenados y posteriormente ejecutados, demostrando, además, falta de seriedad y sobre todo de credibilidad en las motivaciones que, según Nicolás Maduro, estaban destinadas a la comprobación del apresto operacional para enfrentar una supuesta amenaza internacional o una ruptura del orden interna por acciones de la oposición política, sin haber presentado una sola evidencia aceptable de la existencia de alguna de esas amenazas. Lo que sí han percibido los venezolanos es que se trató de un intento de amedrentamiento en contra de las libertades ciudadanas ante la valiente presión popular que han empezado a ejercer amplios sectores de la vida nacional, para contrarrestar las maniobras que realiza el régimen a objeto de impedir la celebración del referendo revocatorio durante este año. Tengo la convicción de que ustedes conocen esta realidad.
Dichos ejercicios, según parece, se realizaron en 7 estados de la zona norte costera y se orientaron a la posible defensa de un hipotético desembarco de tropas enemigas y ataques a instalaciones eléctricas. El ministerio de la Defensa informó de la movilización de 520.000 combatientes entre efectivos militares y milicias supuestamente entrenadas. Este número equivale a 2 veces las tropas que intervinieron en el desembarco de Normandía en 1944 para invadir Europa y acabar con el Tercer Reich. Si esto fue así, causa sorpresa su desconocimiento por la mayoría de los venezolanos y la muy escasa reseña en los medios de comunicación que ha debido causar una movilización de personal y equipos de esa magnitud. De igual manera, no se tuvo conocimiento de operaciones logísticas de la envergadura necesaria para apoyar una movilización de esa magnitud. Tampoco se sabe de ejercicios previos realizados por unidades de menor nivel, para luego integrarlas en la ejecución de la maniobra “Independencia II 2016”. Estos hechos nos conducen a concluir que lo que realmente se pretendió fue causar una presión  psicológica para tratar de  inhibir la protesta ante la amenaza de una brutal represión armada.
El general Vladimir Padrino López expresó en unas declaraciones que “el pueblo también está participando en lo que hemos llamado los órganos de dirección de nuestra defensa integral”. Esta afirmación, aunada a otra del Tcnel. Reyes Reyes, connotado dirigente del PSUV, sobre una supuesta convocatoria de unos 80.000 miembros de las unidades de batalla Hugo Chávez y personal civil de los Claps y de las comunas, todas estructuras politizadas por el chavismo, para formar parte de la Milicia Bolivariana causa una gran preocupación. También ocurre con la utilización del término “contrarrevolución”, utilizado por algunos jefes militares participantes en el ejercicio, que nos permite concluir, una vez más, que la realización del ejercicio estaba destinada a utilizar a la Fuerza Armada como brazo político armado del régimen, para disuadir a la oposición política por considerarla una amenaza a la estabilidad del gobierno de Nicolás Maduro. En tal sentido, convendría recordarle al ministro de la Defensa y a los miembros del Alto Mando Militar el contenido del artículo 328 constitucional que afirma: “La Fuerza Armada Nacional está exclusivamente al servicio de la nación y en ningún caso al de persona o parcialidad política”. Siempre se ha pretendido justificar estos hechos en el deber que tienen todos los ciudadanos de contribuir a la defensa nacional. Eso es verdad, pero la Constitución Nacional establece taxativamente que cada uno lo hará en el área de su especialidad u oficio y no como integrante de una de esas organizaciones armadas de carácter político partidista.
Esa simbiosis de grupos civiles disfrazados de militares dentro de la organización castrense debe terminar. De lo contrario, su presencia pone en serio riesgo la unidad interna de la institución militar, empeora su ya maltrecha credibilidad y la descalifica como un factor catalizador negativo ante un proceso de violencia generalizada. Por ello, también debe finalizar la falsa prédica de que la Fuerza Armada es chavista, revolucionaria y socialista, más aún cuando existe un creciente descontento en la mayoría de los cuadros militares por la difícil situación económica que los agobia. Reflexionar sobre estos delicados asuntos es una obligación patriótica. Estoy plenamente seguro que de esa reflexión surgirán recomendaciones que permitirán encontrarle alternativas políticas a la crisis nacional. Una de esas soluciones podría ser el referendo revocatorio. Ustedes conocen la verdad de lo que ocurre en Venezuela: el malestar y la desesperación de nuestro pueblo en las largas colas que deben hacer para conseguir los productos de primera necesidad o cualquier medicina es más que evidente. En vez de apoyar una posición absolutamente inconveniente para la estabilidad del país contribuyan a desactivar el peligro de un estallido social, del que todos, incluidos nuestros seres queridos, podrían ser las primeras víctimas.