domingo, 20 de septiembre de 2009

Nuestras noches de los lápices


El abogado Gonzalo Himiob estrena hoy su espacio “ContraVoz”, en el que analiza el rol combativo de la juventud en regímenes que lesionan la democracia

El 16 de septiembre de 2009 se cumplieron 33 años de la tristemente célebre “Noche de los Lápices”. En La Plata, Argentina, en 1976, diez estudiantes cuyas edades oscilaban entre los 14 y 18 años fueron detenidos –mejor, “secuestrados”- por el poder, supuestamente por la ejecución de actos “subversivos”. ¿Su pecado? Haber protestado contra el gobierno liderado por la Junta Militar al mando de José Rafael Videla. Sólo cuatro de ellos sobrevivieron. No era la primera vez, sin embargo, que se veía a un hecho similar. En 1943 un grupo de seis estudiantes alemanes –“La Rosa Blanca”- distribuyó panfletos en los que se oponían a la barbarie de la guerra y se llamaba a la resistencia no violenta contra el régimen Nazi. Fueron sometidos a un juicio sumario y decapitados.
Es imposible no ver semejanzas entre lo ocurrido a aquellos estudiantes y lo que padecen nuestros jóvenes hoy. Ya la Fiscal General afirmó –aunque luego se “subtituló”, cambiando sus propias palabras que delataban sus verdaderas intenciones- que perseguiría penalmente a todos los que protesten contra el gobierno ya que no son –dice ella- ciudadanos que ejercen válidamente sus derechos, sino delincuentes “subversivos” que, supuestamente, “alteran la paz social”. Es el mismo guión ajeno reeditado en la autóctona realidad.

Procesados por “pensar diferente”
La prueba de que ello la tenemos, por sólo hablar de los liderazgos juveniles, los casos de Nixon Moreno, Yon Goicoechea, Federico Black, Carlos Velar, Rafael del Rosario y de Alejandro Pulido. En los de los hermanos Mejía, detenidos por distribuir panfletos contra la reforma de 2007 y, más recientemente en los de los diez procesados en Valencia por pintar paredes y en los de Julio Rivas y de Carlos Lozada, ambos detenidos. También en los de los más de 200 estudiantes sometidos a procesos penales por protestar contra la enmienda de 2009 y en los de los 250 que sufrieron lo propio durante las protestas de 2007 contra el cierre de RCTV. ¿Qué enlaza a todos éstos ciudadanos? Su juventud, que son identificados como factores de oposición y que ninguno ha cometido delitos. Sólo han hecho lo que la Constitución les permite hacer: Pensar diferente, expresar libremente sus ideas, y manifestar pacíficamente contra el gobierno.

Opresores que hablan mucho y no escuchan
Todos los autoritarios, sin importar que se proclamen de izquierda o de derecha, terminan haciendo lo mismo. Y es que cuando se fuerza con la violencia la barra hacia la izquierda o hacia la derecha siempre se anda en círculos y se llega al mismo punto. Pasa que a los radicales, del cuño que sean, el pueblo –del que somos parte todos, estemos de acuerdo con ellos o no- les importa poco y sólo velan por su propia hegemonía. Los muchachos argentinos, en su mayoría, eran comunistas y fueron perseguidos por una dictadura de derecha. Los jóvenes opositores venezolanos son humanistas –leamos esa joya discursiva que pronunció el 7 de Junio de 2007 Douglas Barrios ante la AN- pero son férreamente perseguidos por un gobierno que, al menos de la boca para afuera, se propone como “socialista”.

Todos estos persecutores son militares o militaristas y no conciben el mundo sin supuestos “enemigos” de guerra contra los que, como reza aquél refrán “todo vale”. Para éstos –los opresores- el diálogo como forma de solución de los conflictos políticos o sociales no es alternativa. Hablan mucho, pero no escuchan. No les conviene. Todos ellos comparten las mismas cuitas. Tiemblan ante las ideas opuestas, y más si es la juventud la que las expresa. A la juventud le teme la opresión porque sabe que ya en el poder se hace adalid del pasado. Y quien es pasado no puede ver sino con recelo a quienes representan el futuro. A las ideas les reprimen porque son a la larga mucho más poderosas que los fusiles. Temen al argumento ya que están conscientes de que su vinculación con el pueblo, mientras les sigue, no es racional sino emocional. Por eso es tan “peligroso” que la juventud se dedique a abrir ojos y entendimientos con la razón y la verdad de su lado. Eso le agua la fiesta a cualquiera que, pensando sólo en sí mismo y en sus aspiraciones de poder, no se haya dedicado a prestarle verdadera atención a los ciudadanos a los que juró dedicarse.

La justicia siempre llega
Pero Emilce Moler no tiene que preocuparse. Nuestros jóvenes son conscientes y comprometidos. Lo demuestran todos los días dando fe de que no están de acuerdo con los abusos del pasado pero tampoco con los del presente. Hacen de su ímpetu, de la palabra y de su verdadera vocación humanista sus armas. Y con jóvenes como esos no hay nada que temer: El futuro está en muy buenas manos. Lamentable es, sin embargo, ver a algunos “líderes” estudiantiles oficialistas riéndole la gracia al gobierno. Triste es oírlos alabar los abusos de la policía, de los militares y del sistema judicial contra sus cogeneracionales. Eso no pasaba ni siquiera durante la “Cuarta República” en la que, más allá de las diferencias, el movimiento estudiantil –al que pertenecieron, dicho sea de paso, muchos de los persecutores de hoy- siempre estuvo unido cuando de proteger a cualquier estudiante se trataba. Pero mucho han evolucionado las normas sobre derechos humanos desde 1945 y al final quien ha abusado de los derechos de los demás siempre purga sus culpas. ¿No me creen? Preguntémosle a los 128 militares de la dictadura de Pinochet que ahora están solicitados por la justicia, a Al Bashir o a Videla –culpable de la “La Noche de los Lápices”- que con más de ochenta años espera en prisión que el peso de la ley le caiga encima con toda su fuerza civilizatoria.

Gonzalo Himiob Santomé / e-mail: gonzalo.himiobs@gmail.com>

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