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Opinión
Manuel Malaver
La Razón / ND
¿Por qué desertó Aponte Aponte?
Creo que si el capitán y exgobernador de Apure, Jesús Aguilarte Gámez, no hubiera sido objeto de un atentado en Maracay el 24 de marzo pasado que le costó la vida 9 días después, el coronel de la GN y exmagistrado del TSJ, Eladio Aponte Aponte, se habría tomado las cosas con calma, negociado su salida sin traumas del máximo tribunal, y quien sabe si hasta solicitado un nombramiento de embajador u otro cargo en la administración de justicia nacional o global.
La operación de sicariato que dio cuenta de la vida de Aguilarte Gámez, sin embargo, era otra cosa; revelaba que los ajustes de cuentas se habían desatado entre las mafias de narcotraficantes que desde hacía tiempo infestaban al Ejército y la GN, y que cualquiera que no tuviera su curriculum y cifras en orden, podía ser asesinado en su casa, en la calle, en una carretera o un restaurant,
Por lo que a él se refería, desde hacía tiempo recibía noticias de las conexiones de Aguilarte Gámez con guerrilleros y narcotraficantes colombianos que habían tomado el Estado Apure como la zona de aterrizaje de donde partía la cocaína que llegaba de Colombia con destino a Centroamérica, el Caribe, Estados Unidos y Europa, pero conocerlo, no lo conocía, ni mucho menos le había recomendado casos de narcotraficantes detenidos que hubiera que soltar y limpiarles los expedientes.
Situación diferente a la de su amistad con el general, Luís Felipe Acosta Carles, a quien había conocido desde los tiempos en que fueron cadetes en la EFOFAC, compartieron cuarto, afición por la música, las parrandas y los tragos y dado inicio a un compadrazgo del cual jamás renegaron, ni se arrepintieron.
Por estar cerca de Acosta Carles cuando lo nombraron a mediados de los 80 oficial de planta del destacamento No 25 del Comando de la Guardia Nacional en Puerto Cabello, Aponte Aponte pidió ser asignado al CORE 3 de su ciudad natal Valencia, se inscribió en la Universidad de Carabobo para graduarse de abogado y después aceptó el cargo de Fiscal Militar en Maracay.
Fue una decisión acertadísima, pues “el Gordo” suplía su timidez natural y lo arrastraba en esa ola de audacia y de “echao pa,lante” que ya lo distinguían como oficial en el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez, y lo catapultó al estrellato cuando participó en los dos golpes de Estado de 1992: el del 4 de febrero que comandó, el teniente coronel, Hugo Chávez, y el del 27 de noviembre, cuyo jefe fue el contralmirante, Gruber Odremán.
De la mano de Acosta Carles conoce también copiosas amistades durante los días en que, ya presidente, Chávez lo asciende a la Jefatura del CORE 3 de la GN en Valencia, se faja con el paro petrolero del 2002, y después del incidente en que golpeó a unas señoras que se oponían a la toma de un galpón de la Polar, fue elogiado por el propio presidente “como uno de los generales más gloriosos de la Revolución”.
Y entre muchas, Aponte Aponte, le tomó cariño a un empresario venezolano de origen sirio con un nombre enredado, Walid Makled, pero dueño de medio estado Carabobo, revolucionario, socialista y bolivariano, con una flota de hasta de 300 camiones, una importadora de electrodómesticos que suplía toda la región central, una constructora para acaparar los contratos de demanda de viviendas del Estado y una compañía aduanera a la cual se le habían cedido las dos terceras partes de los almacenes de Puerto Cabello.
Walid Mackled fue también el financista de la campaña de Acosta Carles cuando decidió retirarse de la FAN y aspirar a la gobernación de Carabobo, y también de la de él, Aponte Aponte, pero no cuando se lanzó a ninguna gobernación, sino para ser magistrado del Tribunal Supremo de Justicia.
Se acuerda con mucha nostalgia, y casi con lágrimas en los ojos, de la tarde en que Luís Felipe lo llamó a su oficina del TSJ en Caracas para decirle que se preparara porque en una hora llegaba un helicóptero de la gobernación de Carabobo a La Carlota para traerlo a Valencia a celebrar por todo lo alto su designación como presidente de la Sala Penal del TSJ.
Fue una fiesta en una mansión del Guataparo Country Club propiedad de Mackled, donde lo esperaban “el Gordo”, “el Turco”, unos señores con acento colombiano, oficiales de la FAN que no conocía, empresarios, mariachis, conjunto de música llanera, whisky de todas las marcas y edades, champagne, vino y un Acosta Carles borracho que gritó de madrugada y a pleno plumón: “Porque es bueno que lo sepan: esta noche han conocido ustedes el futuro presidente del TSJ, el futuro dueño de Empresas Polar que empezarán a llamarse “Empresas Mackled y un futuro presidente de la República”.
¡Puros sueños de borracho!...porque meses más tarde Acosta Carles se peleaba con Chávez porque se negó aceptar un candidato impuesto a la gobernación lanzándose como independiente; Mackled se enfrentó al general, Clíver Alcalá Cordones, comandante de la 41 Brigada de Infantería del Ejército con sede en Valencia (dice “el Turco” que por el control del tráfico de estupefacientes en la región) para después fugarse a Colombia y solo regresar a Venezuela como extraditado; y él, Aponte Aponte, sobreviviría en el TSJ como un experto en trabajo sucio que simplemente vendía sentencias al mejor postor.
Su primer cliente, por supuesto, que era el gobierno, el cual lo usaba para perseguir enemigos políticos, contra los que fraguaba sentencias sin siquiera haber leído los expedientes y negándoles todos los derechos que les asistían para defenderse y exigir que se le comprobaran los delitos por los que se les acusaba y condenaba.
Seguían, en la lista de prioridades, los banqueros y corredores de bolsa contra los cuales se activaron Jorge Giordani, Rafael Ramírez y el G-2 cubano a finales del 2010, porque y que promovían el capitalismo, se habían enriquecido con los depósitos del Estado y había que detener, enjuiciar y meter en la cárcel para que devolvieran lo que se habían robado.
¿Y cómo se lo habían robado si los depósitos, y las notas estructuradas, y los bonos, y los dólares permuta venían del propio gobierno, de presidentes de bancos oficiales, ministros y personeros del poder público que eran los primeros en embolsillarse las comisiones y a los cuales no se les tocó ni con el pétalo de una rosa?
“Pero hacerme preguntas no era mi trabajo, sino cobrar, cobrar y cobrar.
Y así cayeron muchos, decenas, de a cientos, pero no antes de haberlos expoliado, despojado de sus bienes particulares y extorsionarlos con sentencias que presuntamente los iban a favorecer, pero que jamás se produjeron.
Por último, seguían los narcos, los compinches, socios, aguantadores y lavadores de los narcos, cuyos nombres no voy revelar porque eso forma parte de mis cartas fuertes en mis negociaciones con la DEA, pero donde figuraban, por supuesto, hombres de uniforme, altos funcionarios, empresarios y gente de toda la ralea que ha destruido al país a nombre de la revolución.
Sí, porque de eso se trataba, de sacar a narcos que habían sido detenidos con cargamentos, a agentes de los carteles sorprendidos en hoteles donde se discutían seguros para los embarques, a mafiosos denunciados desde el extranjero de que llegarían a Caracas, pero que, “si por un error”, caían en manos de algún cuerpo policial, había que defender y sacar de la cárcel.
Por todo lo cual, aún me pregunto… ¿por qué me enredaron en lo de Mackled, por qué me acusaron por la fruslería esa del carnet, o porque yo aparecía en su nómina, o me reunía con capos que me enviaba desde Colombia para hacerle favores, obligándome a llegar hasta aquí, a estos interrogatorios donde si no digo la verdad, lo mínimo que pueden meter son 100 años de cárcel…100 años.
Yo creo a este respecto, que “el Turco” equivocó la táctica y no hizo como “el Gordo”, que se separó del chavismo, pero siguió siendo chavista, diciendo que apoyaba al presidente, y disfruta ahora de un status privilegiado, porque tiene sus bienes en Panamá donde nadie se los va a expropiar y después regresa a Valencia a tomarse sus frías, cantar pasajes y bailar joropos.
Mackled no, Mackled peleó con el chavismo, desafió el hombre que según él quería su territorio, Alcalá Cordones y se puso a hacer denuncias desde Bogotá contra titirimundachi creyendo que Santos lo iba a extraditar a los Estados Unidos y miren lo que le pasó.
En verdad, yo también habría hecho lo de mi compadre Luís Felipe, quedarme tranquilo, hacerme el loco, buscarme otro cargo o mudarme al exterior, si no ocurre lo de Aguilarte Gámez, que simplemente me reveló que se había desatado una guerra entre los jefecillos de los distintos carteles, o mini carteles, y que estaban dispuestos a matar a cualquiera que se les atravesase en el camino.,
En esa lista puedo estar yo, y no solo por lo de Mackeld, sino por dinero que pudo haberse quedado en el camino, o tal vez droga, químicos, o alguna que otra variable que se puede olvidar cuando uno anda en estos negocios que son muy complejos e incontrolables.
¿O por qué no esperar que la bala venga de tantos enemigos que me eché encima, por tanto dolor que provoqué y tantas lágrimas que hice derramar?
En realidad, cuando uno hace tanto mal, debe saber que hasta en el vuelo de una brizna que cae… puede venirle la muerte.
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